De la situación de los refugiados en los campos helenos o turcos tenemos constancia casi diaria. Aunque por mucho que nos cuenten, difícilmente podemos imaginar cómo se sienten los integrantes de esta marea humana que huye de la guerra, de la violencia, del hambre, de la desesperación, a lo que se une el hecho de que otras personas medran y se enriquecen con estos movimientos masivos.

Entretanto, Europa, la cuna de los Derechos Humanos, parece autista, cada país encerrado en sus problemas y sin nadie que dirija una auténtica política comunitaria. Y el tiempo pasa, y la vida, también para los refugiados, solo se vive una vez.

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Hoy hemos hablado en la radio con Fernando de Castro y  Oliver Pérez, dos miembros de la Asamblea de Apoyo a Personas Migrantes.