Las luchas de poder, las conspiraciones han estado presentes siempre en la Historia. También le ocurrió así en 1526 al “César de la cristiandad”, el emperador Carlos. Y fue en Granada. Es lo que nos relata Montserrat Rico Góngora en su nueva novela “1526. El emperador debe morir”.

El 23 de junio de 1526, recién llegado de un largo viaje desde el Alto Palatinado hasta Granada, integrado en el séquito del Conde Federico, el joven Ulrich de Baviera, en mitad de la cena que el emperador Carlos V ofrece a sus huéspedes en su retiro de la Alhambra, se siente indispuesto y, unos minutos después, muere repentinamente en el Patio de los Leones, lejos de todas las miradas. Sólo el alcaide Luis Hurtado de Mendoza sospecha entonces que el veneno que lo ha fulminado, después de beber de la copa de cerveza que le ha ofrecido el emperador, iba destinado a acabar con la vida de este, y solicita la necesaria y discreta colaboración de Íñigo Manrique, corregidor de Granada, para abortar la conjura.
Hasta aquí los hechos. En torno a ellos Montserrat nos adentra en esta época convulsa (una vez más) en nuestro país, en que muchos ciudadanos fueron expulsados de lo que ahora llamamos España, recientemente unificada por los Reyes Católicos, los abuelos del emperador.